Dr. Alejandro Portela Kommer
Psicólogo terapeuta del alma
15 años de experiencia cĺínica
Acerca de mí
Nací en Ciudad de México en 1980 donde he vivido toda mi vida. Desde temprana edad despertaron en mi inquietudes de índole existencial que han acompañado al hombre en todos los tiempos, cuestiones tales como quiénes somos, dónde estamos, qué hay que hacer, el sentido de la vida frente a la muerte, porqué el sufrimiento del mundo. Frente a estas interrogantes que nacían del asombro y que nunca me dejaban, desarrollé cada vez más una actitud contemplativa o reflexiva, no falta de imaginación, y una tendencia introvertida que no ayudaba mucho con las exigencias escolares del mundo externo ni con la importante socialización. Sin embargo, este don que también fue sentido como un «mal,» pudo ponerse al servicio de mi vida y finalmente de la comunidad, cuando encontré un nicho de gente con intereses semejantes y mi vocación/función como psicoterapeuta.
El camino para llegar ahí tomó algunos giros, mi búsqueda personal como joven universitario se orientó hacia las «ciencias del espíritu», esto es, las humanidades. Por fortuna, pude estudiar psicología en una universidad competente, donde después realicé además otros estudios de postgrado en filosofía. Pero tratándose la psicología sobre el «alma», pronto me di cuenta de que la labor requería todavía una comprensión más profunda que la mera esquemática y técnica formación que recibí en la facultad, y aquí fue donde comencé a especializarme y a formarme en la ‘psicología compleja’ de Carl G. Jung (y los continuadores críticos de su obra), el psiquiatra suizo con el que sentía resonar sus propuestas, desarrollos e intuiciones, con mi doble interés en la psicología clínica, la filosofía y mi propia experimentación con el inconsciente. La asimilación de estos conocimientos teóricos absorvidos a la par de la experiencia con mi propio proceso psicológico que me tomó varios años de terapia, fue encontrando su aplicación en el trabajo clínico. Desde entonces, hace más de 15 años ejerciendo la psicología, la consulta ha sido la labor que amo y en donde he aprendido mucho más.
En realidad es muy díficil decir quién se es, el alma no se agota en sus dichos, y justamente esta psicología me ha enseñado que somos bastante más complejos, no una sola cosa ni iguales cada momento, aunque es verdad parece haber un núcleo que perdura. Como decía Heráclito «no es posible bañarse dos veces en el mismo río» y no solo porque uno cambia, sino porque uno «es» cambio. Espero, sin embargo, haberte dado algunos signos sobre «quién» pudiera ser acá quien escribe, invitándonos a conocernos mejor en el diálogo en el caso de que requieras del servicio.
¿Qué es
Logos del Alma?
Primeramente, es otra forma de decir «psicología», considerando los dos conceptos que componen la palabra. Los términos son pisque (alma) y logia (estudio), y según su etimología originaria «psicologia» viene a significar: estudio (comprensión, tratado) del alma. Logia , a su vez, es un término relacionado al concepto filosófico ‘logos’, esto es: el discurso razonado, la palabra que articula un discurso coherente y argumentado del mundo, que pone sentido a lo que es o lo que acontece, en el caso de la terapia, el fenómeno psicológico que es el síntoma o el dilema que causa malestar y desconcierto.
Sin embargo, el sentido de la expresión «logos del alma» para esta propuesta, no se agota en este esfuerzo exterior por penetrar comprensivamente en el alma o en «hacer consciente lo inconsciente». Por «logos del alma», no solo referimos un pensamiento comprensivo «sobre» o «acerca» del alma o el fenómeno, es decir, no únicamente un estudio o tratado cuyo objeto es el alma, sino que, también, referimos el pensamiento inherente al alma o fenómeno mismo, su estructura lógica, su inherente sentido, su orden propio, su forma o idea constitutiva, su ‘logos’ propio que esuchamos y al que nos atenemos en terapia.
En otras palabras, el ‘logos del alma’ es lo ya pensado implicitamente en el fenómeno mismo, en lo dicho, hecho, ocurrido o presente pero que no ha sido escuchado metafórica ni psicológicamente ni tampoco explicitado. Este «trozo de alma» en su camino a ser reflexionado, vuelto a la consciencia de sí mismo, llega a la terapia aún aprisionado como síntoma, como una «voz» no escuchada, y que para serlo, exige al paciente al que ha enfermado o incomodado acudir a este servicio.
De este modo, la terapia no es simplemente el espacio donde el paciente se escuchará, comprenderá y sanará, sino que, más profundamente, es un espacio donde el alma como realidad autónoma y objetiva continúa su proceso al margen del ego al que ha derribado o arrojado a un dilema existencial. Por esto, a diferencia de otras psicoterapias, que son mayoría, donde el espacio terapéutico estaría abierto y moldeado para encontrar y satisfacer las necesidades o expectativas del ego, esta es una terapia fundamentalmente al servicio del alma, aunque solo como un señuelo pueda dar la impresión de ser una psicología antropocéntrica o ego-sintónica más que se ocupa técnicamente del bienestar del hombre. La cuestión, por lo tanto, para los pacientes, será no aquella que comúnmente se hacen: ¿qué quiero yo (paciente) del alma (síntoma)?, sino, más bien, ¿qué quiere el alma (síntoma) de mi?, pues ella es quien verdaderamente pide la terapia para su propia creación.