¿Cómo es
esta terapia?
Consiste en un diálogo espontáneo a base de preguntas (mayéutica) que favorecen el descubrimiento del fenómeno psicológico, alcanzando una comprensión de sí mismo más profunda y su plena expresión. El síntoma es cuidadosamente atendido permitiendo que emerja el pensamiento encerrado en él. Para esto, la terapia requiere ser “pacientes” con el síntoma, esto es, dispuestos anímicamente, valga el símil, como la mujer y la partera durante el parto a atravesar el dolor. La verdad del tema o el fondo inconsciente de la cuestión, que de momento ha conseguido expresarse solo como síntoma, emerge entonces lentamente tomando voz, cuando somos receptivos con un oído metafórico y psicológico a lo que el proceso del alma pide. En acompañamiento atento a lo que aparece, sin dirigir o intervenir, permanecemos fieles al proceso del alma, con los pies en el camino del fenómeno que toma su propia dirección.
¿Por qué esta terapia es diferente?
Hoy en día presenciamos en el mercado un boom de nuevas terapias y técnicas cuyo discurso publicitario encierra de algun modo la promesa de curar, efectuar un cambio radical de vida, devolver el control sobre el síntoma, arreglar el problema, gestionar la situación, y como si la psicologia fuese lo mismo que “coaching”, orientar a las personas hacia sus objetivos o satisfacción de sus necesidades. La idea seductora tras todo esto es que “tú puedes” hacer algo, junto con el terapeuta, para obtener lo que quieres y evitar lo que rechazas. Son terapias que por un lado capitalizan la “voluntad de poder”, y por el otro, sobrestiman, frente al padecimiento o la complejidad, el “poder de la voluntad”. El “beneficio” de la terapia, el “bien” ansiado por el que el cliente paga, se traduce así, en estos sistemas terapéuticos, en el empoderamiento del “yo” cuando la debilidad o lo negativo se ha vuelto inevitablemente presente en la vida, y las ventas de estos terapeutas aumentarán mientras convenzan a sus clientes de lo que en realidad no pueden garantizar, que puden escapar de su situación immediata con alguna técnica, o, que si toman largas y costosas terapias alcanzarán luego de un mayor auto-conocimiento, un mundo personal ficticio bienaventurado, la “felicidad” futura donde solo haya lo positivo de una dualidad natural e inescapable que nos constituye en todo momento.
Lo que hace esta propuesta de psicoterapia (terapia del alma) diferente a lo anterior es su brutal honestidad. Alguna transformación puede ocurrir, pero no anticipamos el rumbo que el fenómeno psicológico tomará, mucho menos lo intervenimos. Confiamos al contrario que el proceso tiene su propia vida e inteligencia, escuchamos lo que sucede y le abrimos al fenómeno, a lo que acontece, todavía más espacio mediante más preguntas. No “cerraremos el caso” mintiéndonos con fáciles respuestas, diagnósticos ni soluciones mágicas; quizás comprenderemos mejor dónde estamos atrapados, pero no hay la seguridad de que salgamos de nuestro complejo, si bien podría aprenderse otro modo de habitar con él. Ser “pacientes” justamente significa que permanecemos donde la vida nos quiere, con lo que es y con lo que hay, y en lugar de salir falsamente de ello, de la crisis en este afán egoico de “superación”, la atravezamos inciertos sobre lo que ocurrirá. La propia terapia tiene así su “filtro de selección”, pues solo llega a ser “paciente” de este enfoque quien pueda al menos soportarse un poco a sí mismo, desafiándo con su aceptación y realentización todo imperativo culturalemente interiorizado de rápida optimización y rendimiento. Hoy en día ser “paciente” es revolucionario.